En un mundo que parece correr hacia su propio colapso ecológico, hablar de arte puede parecer un lujo, casi una evasión. Pero eventos como EcoFest 2025 nos recuerdan que la música, el arte y la conciencia ambiental no solo pueden convivir, sino ser parte de una misma lucha. Y que la cultura, cuando está al servicio de la vida, puede ser más potente que cualquier discurso.

Este año, Pasto no solo será sede de un festival. Será el corazón de una experiencia que conecta sonidos, memorias, territorios y resistencias. Desde la visita de los artistas al corregimiento de El Encano, hasta el gran concierto gratuito en la Plaza de Nariño, EcoFest nos invita a algo más profundo que simplemente “pasarla bien”: nos llama a recordar que cuidar la tierra también es cuidar nuestra identidad.

Vivimos tiempos urgentes. Mientras se multiplican las noticias sobre incendios forestales, extinción de especies y crisis climática, también crece una desconexión peligrosa con la naturaleza. En ese contexto, EcoFest se levanta como una propuesta que no solo entretiene, sino que educa, emociona y moviliza. Porque no hay nada más revolucionario hoy que la empatía: con los animales, con el agua, con los pueblos, con el planeta.

El cartel musical diverso, poderoso y comprometido es también un manifiesto: desde los sonidos tradicionales de Los Gaiteros de San Jacinto hasta las fusiones contemporáneas de Ethiliks Knowhere o el proyecto Bilongo, cada acto musical trae una historia, una raíz, una visión del mundo. La música aquí no es mercancía: es lenguaje común, puente cultural, llamada a la acción.

Que un festival con esta mirada cumpla 11 años es un logro que merece celebrarse. En una industria donde muchas veces prima el espectáculo vacío, EcoFest ha demostrado que sí es posible hacer eventos sostenibles, comunitarios y con sentido. Sí, es posible reunir a miles de personas no para consumir, sino para compartir. No para competir, sino para cuidar.

Ojalá más festivales en Colombia y América Latina sigan este ejemplo. Ojalá entendamos, como nos recuerda el lema de este año, que la música y la vida laten con el mismo ritmo, y que no hay arte más urgente que el que defiende la vida en todas sus formas.

Porque al final, en un planeta herido, la verdadera fiesta será la que logremos hacer sin destruir lo que nos sostiene.


Columnista Invitado.: MARCELO ARANGO MOSQUERA