La política colombiana nos ofrece, una vez más, un espectáculo de movimientos y reacomodos ante la inminente contienda presidencial. El reciente encuentro entre los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria en Llanogrande ha puesto en marcha lo que muchos esperan sea la convergencia definitiva de la oposición al gobierno de Gustavo Petro.

El Llamado de Vargas Lleras a la Celeridad

La noticia más resonante de esta nueva dinámica es la adhesión y el posterior llamado a la acción del exvicepresidente Germán Vargas Lleras. Su intención de sumarse a una gran consulta presidencial es un paso significativo, pues añade un caudal político considerable a la naciente alianza. Sin embargo, su columna en El Tiempo, titulada acertadamente "Se acaba el tiempo", no es solo una declaración de intenciones, sino una urgente petición de celeridad.

Vargas Lleras pone el dedo en la llaga: el Pacto Histórico ya ha avanzado en su estrategia, eligiendo desde sus bases al senador Iván Cepeda como una figura clave para la continuidad. Mientras la izquierda se organiza y consolida su narrativa, la oposición se encuentra dispersa en un "ramillete" de aspirantes —que él estima en más de 70—, entre procesos partidistas y recolecciones de firmas.

El Riesgo de la Dispersión y el Fantasma de Cepeda

La preocupación de Vargas Lleras es legítima y debe ser la piedra angular de esta nueva coalición: la dispersión es el mejor aliado del oficialismo.

Si la oposición espera hasta una "gran consulta" en marzo (suponiendo que sea el 8 de marzo), el daño ya estará hecho. No solo se corre el riesgo de que "personas valiosísimas" (con el consecuente arrastre de votos) se quemen en contiendas sin futuro o desistan de participar, sino que, lo más grave, se podría repetir la historia de las últimas elecciones: múltiples vertientes compitiendo contra un único y consolidado frente de izquierda.

El exvicepresidente no se anda con rodeos al describir la postura ideológica del candidato que representa el continuismo del petrismo: alguien que no cree en la iniciativa privada, que "esquiva la acción", y que ve la Constitución del 91 como un obstáculo para gobernar sin límites. Esta visión, sea compartida o no por todos los sectores de la oposición, es el "enemigo común" que debe unirlos.

La Consigna: Depuración Antes de Fin de Año

El objetivo es claro y sensato: depurar la lista de aspirantes antes de que finalice el año. Esto permitiría:

  1. Concentrar los esfuerzos: Enfocar recursos y visibilidad en un número reducido de candidatos fuertes.
  2. Definir un programa común: Acelerar la construcción de una plataforma ideológica unificada, más allá de la simple "oposición a Petro".
  3. Maximizar el caudal en el Congreso: Permitir que figuras que no clasifiquen para la consulta presidencial puedan enfocar sus energías en las listas al Legislativo, robusteciendo la bancada opositora.

La amplitud de la coalición propuesta por Uribe —"desde Abelardo de la Espriella hasta Sergio Fajardo"— demuestra la voluntad de unificar el espectro político, pero esa amplitud puede ser su condena si no se gestiona con disciplina y pragmatismo.

La pelota está ahora en el tejado de los líderes de la oposición. El reloj avanza. Si realmente quieren desafiar al "Frente Amplio" de Petro y Cepeda, deben entender que la unidad no es solo una intención, sino un calendario estricto y una renuncia al ego individual. Es hora de que el pacto de Llanogrande pase de la llamada telefónica a la mesa de negociación acelerada. El tiempo, como bien lo dice Vargas Lleras, se está acabando.