La violencia de género, una lacra social que socava los cimientos de la equidad y el respeto, exige una respuesta contundente y articulada de todas las esferas de la sociedad. En este panorama, la reciente iniciativa liderada por la Policía Nacional en Nariño, con jornadas simultáneas de sensibilización en Buesaco y Sandoná, no es solo una acción institucional: es una declaración de compromiso esencial para la construcción de entornos seguros y justos.
Es encomiable que la Policía Nacional, a través de la Policía Comunitaria y el Grupo de Protección a la Mujer, se despliegue más allá de sus funciones tradicionales de seguridad para adentrarse en la prevención activa. Al llevar a cabo actividades pedagógicas, caminatas simbólicas y espacios de orientación, la institución está sembrando una semilla vital: la de la conciencia y la educación como herramientas fundamentales contra la violencia.
La efectividad de estas jornadas radica en la articulación interinstitucional y la participación comunitaria. En Buesaco, la colaboración con la Alcaldía, la Comisaría de Familia e instituciones educativas aseguró que el mensaje y, crucialmente, las rutas de atención y denuncia llegaran de manera clara y directa a mujeres del casco urbano y veredas. En Sandoná, la caminata simbólica, un acto de visible rechazo a la violencia, unió a estudiantes, docentes y funcionarios, transformando las calles en un escenario de exigencia de respeto y equidad.
El enfoque en la socialización de las rutas de atención es de capital importancia. No basta con denunciar la violencia; es indispensable que las víctimas sepan dónde y cómo recibir ayuda oportuna, orientación y protección. Al recordar la disponibilidad de la Línea 155, la Policía facilita un recurso de apoyo inmediato y constante.
Sin embargo, el llamado más potente de la Policía Nacional es el que trasciende su propia labor: la invitación a cada ciudadano a convertirse en un agente de cambio. La lucha contra la violencia de género no puede recaer únicamente en la fuerza pública o las instituciones; es una tarea colectiva que exige empatía, respeto y la denuncia inmediata. Fomentar la igualdad y la convivencia pacífica es un ejercicio diario que comienza en cada hogar, en cada comunidad y en cada interacción.
Las jornadas en Buesaco y Sandoná son un ejemplo claro de cómo las acciones preventivas y la sensibilización pueden empoderar a la comunidad y visibilizar un problema que a menudo se esconde tras las puertas del ámbito privado. Nariño da un paso firme al reafirmar que la protección de los derechos humanos y la construcción de entornos seguros para mujeres, niñas y adolescentes es una prioridad innegociable. Este esfuerzo debe ser constante, sostenido y replicado, hasta que el respeto sea la única norma que rija las relaciones entre hombres y mujeres.