La relación bilateral entre Bogotá y Washington, tradicionalmente cimentada en pilares de cooperación en materia de seguridad, comercio y asistencia económica, atraviesa un periodo de turbulencia sin precedentes. La escalada de tensiones entre el presidente colombiano Gustavo Petro y el expresidente y actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, amenaza con desdibujar décadas de una alianza sólida, poniendo en riesgo la estabilidad diplomática y, sobre todo, la continuidad de la lucha antinarcóticos.
La Coca y el Desencuentro: El Eje de la Fricción
El principal detonante de los "duros enfrentamientos" recientes es, una vez más, la lucha contra las drogas. La Administración Trump ha señalado directamente a la Casa de Nariño por una supuesta "inacción" o, al menos, una falta de contundencia en el combate a los cultivos ilícitos y el narcotráfico. Esta postura refleja una profunda divergencia estratégica.
La política antidrogas de Gustavo Petro se ha enfocado en un enfoque de "paz total" que busca la sustitución de cultivos a través de acuerdos con comunidades campesinas y una mayor inversión social, distanciándose de la erradicación forzada y la fumigación aérea que fue la piedra angular de la cooperación durante el Plan Colombia. Para la Administración Trump, que privilegia la mano dura y la reducción rápida de hectáreas cultivadas, esta aproximación es vista no solo como ineficaz, sino como una traición a los compromisos históricos.
Choque de Estilos y Visiones Ideológicas
Más allá de las políticas, el pulso es un choque frontal de ideologías y estilos.
Trump encarna el ala más conservadora, pragmática y unilateralista de la política estadounidense, con una retórica directa y punzante que no teme usar la amenaza o la sanción como herramienta diplomática. Su visión del mundo a menudo reduce las alianzas a términos transaccionales.
Petro, el primer presidente de izquierda de Colombia, representa una visión progresista, ambientalista y crítica de la guerra contra las drogas, a la que considera un fracaso global. Su estilo es confrontacional en el plano discursivo, desafiando narrativas históricas, incluida la hegemonía estadounidense en el diseño de las políticas regionales.
Cuando estas dos figuras, con una marcada propensión a la polarización, entran en contacto, la desescalada se vuelve casi imposible. Cada declaración del mandatario colombiano, crítica con el modelo económico o la influencia de Washington, es capitalizada por Trump como una prueba de la inestabilidad del aliado. A su vez, cada señalamiento de Trump es interpretado por Petro como una injerencia y un intento de desconocer la soberanía nacional.
Consecuencias: La Amenaza a la "Relación Especial"
La escalada tiene consecuencias reales y preocupantes:
Riesgo de Descertificación: El mayor peligro es que Washington utilice la "inacción" en drogas como pretexto para descertificar a Colombia como socio confiable en la lucha antinarcóticos. Esto podría implicar el recorte de la asistencia militar y económica, desmantelando programas de seguridad vitales.
Inestabilidad Regional: La fricción podría ser aprovechada por actores geopolíticos rivales, como China o Rusia, para aumentar su influencia en la región, creando un vacío de liderazgo que afectaría a la seguridad hemisférica.
Polarización Interna: La tensión externa exacerba la polarización política dentro de Colombia, ofreciendo munición a los opositores de Petro y minando su capacidad para impulsar reformas internas.
La histórica "relación especial" entre Bogotá y Washington está en un punto de inflexión. Si no se logra un canal de comunicación que, al menos, depure los temas de cooperación esencial de las diferencias ideológicas y personales entre ambos líderes, el pulso amenaza con destruir el capital diplomático acumulado durante décadas, con el narcotráfico y la seguridad regional como las primeras y más graves víctimas. La diplomacia, en este caso, se convierte en el arte de gestionar el desacuerdo sin romper el vínculo.