Es admirable que nuestras empresas y comunidades promuevan la cultura de la prevención a través de los *simulacros de desastres*. Es una actividad que, en esencia, nos prepara para lo impensable y nos da herramientas vitales para la supervivencia. Participar es un acto de *responsabilidad colectiva* y personal que merece ser aplaudido.

Sin embargo, hay una realidad que salta a la vista: para muchos, el simulacro se convierte en una pasarela. No es difícil notar que, ese día, muchos empleados y vecinos desfilan con sus *"mejores pintas"*, los tacones más altos, bolsos de marca, o ese celular que es la última novedad. Se presta más atención a quién luce más elegante o a la vecina que nos gusta, que al propósito central del ejercicio.

Es tentador caer en esta superficialidad. En un ambiente laboral o social donde la imagen a menudo lo es todo, el simulacro se percibe como una pausa en la rutina, una oportunidad para socializar o, francamente, para exhibirse. Se olvida que el elegante atuendo o el tacón de aguja no nos ayudarán a evacuar más rápido o a rescatar a un compañero. *La verdadera importancia se diluye entre el brillo y la coquetería.*

 

*La Vida No Distingue Marcas ni Estilos*

La cruda verdad es que *la calamidad no espera el momento perfecto ni distingue entre marcas y estilos*. El cambio climático nos recuerda, con fenómenos cada vez más intensos, que los desastres naturales están a la vuelta de la esquina. Un sismo, una inundación o un incendio no se detendrán porque llevamos puesto nuestro mejor traje.

El valor de un simulacro no radica en la vestimenta, sino en* aprender a actuar bajo presión*. Es el momento de:

  1. *Memorizar rutas de evacuación* y puntos de encuentro seguros.
  2. *Identificar riesgos* en nuestro entorno inmediato.
  3. *Practicar la calma* y la ayuda mutua.
  4. *Entender los protocolos* de emergencia para reaccionar de forma organizada, no por pánico.

 

*Un Llamado a la Conciencia*

Así que, sí, disfrutemos la oportunidad de interactuar y notar las "pintas" de nuestros compañeros, pero que esto sea una anécdota, no el foco principal.

*Hoy, mira para todos lados, pero que sea para identificar las salidas, a las personas que necesitan ayuda y la ubicación de los equipos de emergencia*. El mejor "accesorio" que podemos llevar a un simulacro es la *seriedad, la atención* y el compromiso con nuestra seguridad y la de los demás.

*Participa, aprende y prioriza la vida sobre la vanidad*. Porque cuando el desastre sea real, nuestra preparación será lo único que verdaderamente importe. *¡El entrenamiento salva vidas!*

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