La mañana del 20 de octubre de 2025 sirvió como un crudo recordatorio de nuestra absoluta dependencia de la infraestructura tecnológica global. No fue un error interno de un banco colombiano; la cadena de problemas se inició mucho más lejos, con una falla en Amazon Web Services (AWS) que impactó directamente a gigantes como Bancolombia y Nequi, dejándolos fuera de servicio.

La respuesta de Bancolombia, emitida alrededor de las 9:00 a.m. a través de X (antes Twitter), fue clara y preocupante: "Una falla en Amazon Web Services (AWS) nos impactó a nosotros." Este mensaje es la clave de bóveda de la nueva banca: la solidez de una entidad financiera no reside solo en sus bóvedas físicas, sino en la estabilidad de su proveedor en la nube.

La magnitud del incidente es evidente al analizar los reportes en Downdetector: 434 reportes en Bancolombia hasta las 8:20 a.m., concentrados en grandes centros urbanos como Bogotá, Medellín y Cali. El 60% de las quejas fueron por problemas de acceso desde dispositivos móviles, y un 33% por fallas al iniciar sesión. En otras palabras, la inmensa mayoría de los clientes digitales quedaron paralizados. Nequi, a su vez, replicaba el problema con un mensaje simple pero frustrante: "Ha ocurrido un error de conexión."

Esta situación plantea una pregunta crítica: ¿Está nuestra banca digital demasiado centralizada y es excesivamente vulnerable?

Si bien la falla global no es culpa directa de los bancos, su total dependencia de AWS expone una fragilidad sistémica. Cuando un solo punto de falla —un centro de datos en la nube— puede tumbar simultáneamente a múltiples plataformas financieras que manejan miles de millones de pesos diarios, el riesgo para la economía cotidiana es inmenso. El ciudadano de a pie se queda sin poder pagar facturas, hacer transferencias o acceder a su dinero de manera inmediata.

Afortunadamente, los canales de contingencia se mantuvieron. Bancolombia indicó que se podía "sacar plata en nuestros cajeros y corresponsales y pagar con tarjetas en puntos de venta." Estos mecanismos, menos digitalizados, fueron el salvavidas para que el país no se detuviera por completo.

La lección es clara: las entidades financieras deben acelerar sus planes de contingencia para mitigar el impacto de fallas externas masivas. La nube es eficiente, pero la caída del 20 de octubre demostró que la diversificación de riesgos y la capacidad de rápida respuesta son tan cruciales como la seguridad de las cuentas. El sector financiero debe invertir en arquitecturas que garanticen que, si una nube falla, no todos sus servicios se queden en tierra al mismo tiempo.