La madrugada del 31 de octubre, una fecha que debería ser de celebración y disfraces, se tiñó de tragedia y nos dejó una dolorosa pregunta sobre la violencia inexplicable que se apodera de nuestras calles. La muerte de Jaime Esteban Moreno, estudiante de Los Andes, tras una brutal golpiza en Chapinero, no es solo un hecho aislado de crónica roja; es un llamado de atención urgente a la fragilidad de la vida y a la falta de seguridad en Bogotá.
Un Minuto a Minuto de Horror
La cronología de los hechos, reconstruida por las autoridades, es escalofriante precisamente por su brevedad y su total absurdo:
3:29 a.m.: La tranquilidad de Jaime Esteban y su amigo es truncada por un primer ataque. Juan Carlos Suárez, con el rostro pintado, propina un golpe por la espalda. Una agresión cobarde y gratuita que lo tumba al suelo.
3:32 a.m.: Aparece un grupo de jóvenes que, inexplicablemente, señala a la víctima, reviviendo la idea de una rencilla previa en la discoteca, lo que sugiere que la agresión no fue espontánea, sino quizás premeditada. La amenaza de Suárez al amigo de Jaime, “Desaparezcan de mi vista o los voy a cascar”, es una muestra de la total impunidad con la que actuaban los agresores.
3:35 a.m.: El ataque final y definitivo. Los agresores regresan corriendo, garantizando que el joven cayera gravemente herido. En cuestión de minutos, se consuma la tragedia y los atacantes huyen.
En menos de diez minutos, una vida joven y prometedora fue arrebatada por la furia irracional. El saldo: trauma craneoencefálico severo, lesiones en el tórax y, horas después, la muerte.
La Impunidad como Patrón
El doloroso desenlace de Jaime Esteban nos recuerda que la violencia en la ciudad es un mal endémico y que la noche, lejos de ser un espacio de esparcimiento, se convierte para muchos en una zona de alto riesgo.
El eco mediático del caso Colmenares es inevitable: la fecha, el entorno estudiantil y las circunstancias borrosas de una riña que termina en homicidio. Esto no solo genera indignación, sino que siembra una profunda desconfianza en la justicia: ¿Podrá la Fiscalía determinar con claridad la responsabilidad de Juan Carlos Suárez y los demás involucrados, a pesar de las amenazas, el caos y la huida de los agresores? ¿O será este otro caso donde la verdad se disuelva en la complejidad judicial?
Un Llamado a la Acción y la Reflexión
La muerte de Jaime Esteban Moreno debe ser un punto de quiebre.
Justicia Expedita: La Fiscalía tiene la obligación de actuar con máxima celeridad y rigor para que este crimen no quede en la impunidad. La sociedad espera que los videos y los testimonios permitan individualizar la responsabilidad y demostrar que en Colombia la vida vale más que una riña de madrugada.
Seguridad Nocturna: Es imperativo que las autoridades revisen las estrategias de seguridad en las zonas de rumba y universidades. Los operativos y la presencia policial deben garantizar que el tránsito por las calles a altas horas no sea una condena a la inseguridad.
La rabia y el luto de la Universidad de los Andes y la familia de Jaime Esteban deben transformarse en una exigencia cívica innegociable: que ninguna otra celebración termine con una vida truncada por la barbarie.