El tráfico ilegal de fauna silvestre es una de las mayores amenazas para la biodiversidad global y un delito que, tristemente, persiste en diversas regiones de Colombia. Por ello, la reciente intervención de la Policía Nacional en Nariño, que logró la recuperación de especies en Tumaco y Consacá, merece un claro reconocimiento. Esta acción no es solo un operativo de rutina; es una reafirmación del compromiso institucional con la protección del capital natural y un mensaje contundente contra quienes lucran con la vida silvestre.
La Seccional de Carabineros y Protección Ambiental demostró una efectividad vital al actuar de manera simultánea, uniendo el pacífico nariñense y la zona centro del departamento. La recuperación de una torcaza y un loro silvestre, aunque parezca un evento menor, tiene una trascendencia profunda. Cada especie rescatada es un eslabón vital que regresa a la cadena de la vida, y un revés significativo para las redes de tráfico.
Lo más destacable de este operativo es el papel fundamental de la comunidad. La oportuna información suministrada por los residentes del barrio Centro y el corregimiento La Espriella fue el motor que permitió la rápida reacción policial. Esto subraya una verdad ineludible: la defensa del medio ambiente es una responsabilidad compartida. Cuando la ciudadanía se convierte en vigilante activo y confía en las autoridades, la protección de la fauna se vuelve exponencialmente más efectiva.
El destino final de estas aves —su entrega al Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) para su recuperación y posterior liberación— es el desenlace que dignifica la labor. No se trata solo de la incautación, sino de la restitución del derecho a la libertad y al hábitat natural de las especies. Es un ciclo de protección que honra la biodiversidad.
La Policía Nacional, al recordarle a la ciudadanía la disponibilidad de la línea 123 para denunciar el comercio y la tenencia ilegal, está empoderando al ciudadano. Proteger la vida silvestre es, como bien lo afirma la institución, proteger el futuro del planeta. La biodiversidad de Nariño, con su riqueza única y frágil, no puede ser una mercancía. Es hora de que todos asumamos el papel de guardianes de esta riqueza natural.