El hallazgo de petardos en las instalaciones de tres concurridas tiendas Falabella en Bogotá (La Felicidad, Titán y Centro Mayor) en un lapso de pocas horas ha encendido una luz de alarma que va más allá del simple hecho delictivo. Este incidente, ocurrido entre la noche del 31 de octubre y la mañana del 1 de noviembre, no es solo una amenaza a la seguridad física, sino un golpe directo a la confianza y la tranquilidad de los ciudadanos en espacios que deberían ser seguros: los centros comerciales.
El Mensaje Oculto en el Estrépito
La respuesta inmediata de Falabella, al activar protocolos, contactar a las autoridades y cerrar temporalmente las tiendas para una revisión preventiva, fue ejemplar y necesaria. La intervención del Grupo Antiexplosivos de la Policía logró contener la amenaza y garantizar la seguridad de clientes y empleados, lo cual es un alivio.
Sin embargo, el mero hecho del hallazgo plantea preguntas incómodas:
¿Cuál era la intención? Un petardo, definido por la ATF como un fuego artificial diseñado para crear un "estruendo," tiene un poder destructivo limitado en comparación con explosivos de mayor calibre, pero su impacto en la seguridad es enorme. ¿Se trataba de un acto de vandalismo, una intimidación, un ensayo, o una macabra broma con el potencial de causar heridas graves y pánico?
La Vulnerabilidad de los Espacios: Los centros comerciales son puntos de concentración masiva. Que elementos potencialmente peligrosos como petardos (cuyo volumen puede alcanzar los 150 decibeles y causar daños auditivos y quemaduras graves) puedan ser introducidos en estos espacios subraya la vulnerabilidad de la seguridad en las entradas y los recorridos internos. Esto exige una reevaluación urgente de los protocolos de vigilancia.
De la Pólvora al Pánico Social
El riesgo inherente a los petardos es alto. Como lo recuerda la ATF, su manejo requiere de expertos debido a su capacidad de generar lesiones oculares severas, quemaduras y daños auditivos permanentes. En el contexto de un almacén lleno de gente, un petardo no solo causa daño físico a su alrededor; detona el pánico colectivo, lo que puede llevar a estampidas y lesiones secundarias.
Este incidente en Falabella se convierte en un símbolo del deterioro de la percepción de seguridad en la capital. Cuando actos de esta naturaleza ocurren en tiendas icónicas y concurridas, se genera un ambiente de incertidumbre que impacta directamente en la vida cotidiana, el comercio y el bienestar emocional de los bogotanos.
La prioridad ahora recae en las investigaciones policiales para determinar quién dejó los petardos y, más importante, por qué. Solo entendiendo la motivación detrás de este acto podremos empezar a diseñar estrategias preventivas más efectivas que trasciendan la simple revisión de bolsos en la entrada de un mall. La seguridad de "quienes nos visitan y de quienes hacen parte de nuestro equipo", como bien lo reiteró Falabella, debe ser una máxima que la ciudad en su conjunto se comprometa a defender.