El reciente abatimiento de alias “Dumar”, uno de los principales cabecillas de las disidencias de las FARC y mano derecha de “Iván Mordisco”, es un claro ejemplo de cómo la acción militar enfocada y precisa puede generar un impacto significativo en las estructuras criminales. Este operativo no es solo un golpe a un individuo, sino una estocada al corazón logístico, militar y financiero del Estado Mayor Central (EMC), debilitando su capacidad operativa en el suroriente del país.

Más allá de un simple operativo

La muerte de «Dumar» tiene un valor simbólico y estratégico enorme. En primer lugar, representa el cumplimiento de una «deuda de honor» con las víctimas del conflicto, en particular con los cuatro soldados asesinados en Argelia, Cauca. Esto reafirma el compromiso de las Fuerzas Militares con la justicia y la protección de la población civil.

En segundo lugar, se ataca directamente la red de narcotráfico, vital para el financiamiento de estas organizaciones. Al controlar corredores en Meta y Guaviare, «Dumar» era una pieza clave en el engranaje económico del EMC. Su neutralización afecta el flujo de dinero, lo que a su vez impacta su capacidad para reclutar, comprar armas y expandir su control territorial.

Una estrategia integral

Este no es un hecho aislado. La operación se suma a otros golpes contundentes contra el círculo cercano de “Iván Mordisco”, como la captura de su hermano “Mono Luis” y la caída de otros jefes. Esto demuestra una estrategia integral y persistente por parte del Estado para desarticular el mando y control de las disidencias. La presión sostenida sobre estos cabecillas de alto nivel genera un efecto dominó, desorientando a las estructuras inferiores y fragmentando la cadena de mando.

Es fundamental que la ofensiva militar continúe, no solo con operativos de este calibre, sino también con una presencia estatal sólida en las regiones más afectadas. De esta manera, se podrá consolidar el debilitamiento de estas estructuras y evitar que otros tomen el lugar de los cabecillas abatidos. El camino hacia la «paz total» es largo y complejo, y si bien el diálogo es indispensable, los resultados como el de esta operación militar son un recordatorio de que la presión y la acción de la fuerza pública son igualmente necesarias para desmantelar la criminalidad y proteger a los ciudadanos